La señora María no sabe bien cuántos años tiene. Es bajita, delgada, de pelo largo y fuerte, de manos con grietas fruto de su esfuerzo y con unos ojos que conjugan de manera perfecta una gran dulzura y una fortaleza inherente. Una mujer que es reflejo del trabajo y dedicación por mantener viva una cultura propia de manos artesanas indígenas.

Se sienta alrededor de 40 años en el mismo lugar, la entrada de una librería donde le permiten vender y guardan sus cosas. Tiene un palo que cuida como nadie podría entender, pues para la mirada de muchos es un simple palo arrancado de un árbol, pero para ella es el sostén de sus huipiles que vende y cuida cariñosamente. Dos veces por semana llega a ese lugar, saca los huipiles que ofrece a quien se interese en verlos y guarda algunos muy especiales para aquellas personas que le demuestren gran interés por el trabajo. Son huipiles con historia, historias que no todos valorarán y que sólo ella sabe con quién compartir.
La señora María utiliza la lengua k’iche para comunicarse, son pocas las palabras que sabe decir en español, pero es mucho lo que transmite a través de su mirada y de sus manos de mujer trabajadora. Ella nos enseña que cuando queremos comunicar lo podemos hacer a pesar de las diferencias culturales, generacionales y, sobre todo, de lenguas. Cuando necesitamos comunicar, buscaremos la forma de hacerlo a través de una mirada, un gesto, un cariño, una sonrisa, en fin, siempre que exista conexión, respeto y afecto, podremos entendernos y caminar de la mano hacia un mismo destino.

Su avanzada edad no le permite tejer, pero ella le sigue dedicando su vida a los huipiles. Es restauradora, con infinita paciencia los selecciona, lava a mano, reconstruye el tejido, restaurando así su historia y que permanezca viva una tradición que representa el trabajo desinteresado de muchas mujeres artesanas indígenas de Guatemala. Los huipiles de Nahualá que ofrecemos son de la Señora María, ella espera pacientemente meses hasta el próximo viaje, porque sabe que no regateamos y que en nuestro proyecto valoramos su trabajo como restauradora y por supuesto el de las tejedoras.
Sus manos son su gran herramienta para seguir visibilizando la historia que cada huipil nos relata. Sus colores, figuras y puntos interactúan entre sí para construir una historia que ella nos lee fácilmente. Su sabiduría es infinita.

Texto: Alejandra Veliz
Fotografía: Pamela Flandez